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50 años de bendiciones en la huellas de Emilia – 50° aniversario de vida religiosa de hna. Diane Sarrazin, sp.

El 23 de septiembre de 1970, día de Madre Gamelin, me comprometí como religiosa de las Hermanas de la Providencia. En este año de mis bodas de oro, me doy cuenta de que he sido bendecida por Dios desde mi concepción y que las gracias recibidas del Señor en su Amor por mí son innumerables.

Al principio de mi año jubilar, pedí al Señor que me concediera la gracia de vivir lo más conscientemente posible en su Presencia del Amor, en el lugar sagrado de mi corazón donde Él habita permanentemente.  Estaba segura de que ese también era su deseo, para que yo estuviera también atenta a su Presencia de Amor en los demás.

Me encanta el lema de nuestra Comunidad «El amor de Cristo nos urge», tema elegido para la última edición de Missive Providencia.  A mi regreso de Haití, durante mi retiro espiritual, vivido «en cuarentena» y de manera virtual, reconocí este Amor de Cristo heredado de mis padres y mi familia y de varias personas, entre ellas las Hermanas de la Providencia por supuesto, que han sido un camino de bendiciones para mí en mi crecimiento humano-cristiano y en mis 50 años de vida religiosa como Hermana de la Providencia.

El amor de Cristo me ha permitido ejercer mi ministerio de enseñanza y compasión durante más de 25 años con niños con problemas de audición en Montreal.  Y, gracias a una petición del «Centro Misionero» de la Congregación en la Casa Madre, pude ir a Haití durante dos años, de 1984 a 1986, para dar apoyo pedagógico a la escuela de St-André de Rendel en el sur del pais.  Estos dos años fueron mi primer flechazo con Haití, en una pequeña comunidad local de 4 hermanas insertadas en la zona donde también teníamos un dispensario donde trabajaba una Hermana de la Providencia.

Sólo Dios sabía que yo volvería a Haití 13 años después, esta vez a Puerto Príncipe, para la formación de candidatas a la vida religiosa.  Me uní a un pequeño equipo de Hermanas de la Providencia con la intención de recibir a las primeras candidatas parala experiencia «Vengan y Vean» en Ruelle Rivière. Después de la renovación de una segunda casa en Cité Wilson, pudimos acoger a las dos primeras novicias en noviembre de 2003 en esta casa de noviciado.

Después del terremoto de Haití, en 2010, fuimos 8 hermanas, incluyendo la novicia y 3 profesas temporales,  vivir en Montreal una temporada post-terremoto, primero, y para formar juntas una comunidad con actividades apostólicas. Luego, en un discernimiento comunitario, el amor de Cristo y de nuestras hermanas haitianas nos «impulsó» a ir y continuar la misión en Haití y a retomar el contacto con personas interesadas por la vida religiosa con las Hermanas de la Providencia.

De abril a julio de 2011, formé parte del equipo de formación del programa internacional en Montreal para las Hermanas en formación.  Fue una experiencia comunitaria única que me descubrió la riqueza intercultural, intergeneracional e interdependiente de la Congregación.

En Montreal, poco antes del Capítulo General de 2012, me enteré de que en Camerún faltaban hermanas para la formación de las candidatas preparadas para el noviciado.  Veo hoy que he recibido un fuerte llamado en mi interior, como el del Amor de Cristo, que me ha impulsado a decir «presente» para ir a responder a esta necesidad en Camerún, país que había tenido la suerte de conocer y amar durante una estancia de cerca de un mes y medio, en 2006, para trabajar con las Hermanas en la reunificación de nuestros dos directorios de formación y para una consulta sobre la posibilidad de tener un día un único noviciado provincial.

Así, en el entusiasmo de las nuevas orientaciones del Capítulo de 2012, donde decidimos convertirnos en una Congregación intercultural e intergeneracional, siendo ya una Comunidad Internacional, partí a Camerún en septiembre, con un mandato para la formación de novicias.  Me acompañaron dos candidatas egipcias recientemente admitidas como prenovicias que iban a unirse a una candidata camerunesa para su prenoviciado, una prenovicia haitiana que comenzaría su noviciado con otras dos candidatas camerunesas y otra profesa perpetua.

Comparto esta experiencia donde también experimenté, con las otras Hermanas, incluidas las pioneras, el sufrimiento de ver signos que nos llevaron a considerar el cierre de la misión en Camerún a finales de 2014.  Creo que, en el silencio y la oscuridad de la tierra, la Providencia sigue vigilando y el Amor de Cristo no deja de manifestarse.  Confío en el porvenir, sea cual sea.

A mi regreso del Camerún, continué mi ministerio en Montreal con las novicias, con la muy apreciada oportunidad de vivir en una comunidad local intergeneracional con las novicias, y de trabajar en un equipo de formación que podía reunirse a menudo.

En septiembre de 2017, una hermana camerunesa que se preparaba para el acompañamiento espiritual aceptó el llamado a hacerse cargo de la formación de las novicias en Montreal.  Era bueno tener «sangre nueva» en formación y yo, con mi necesidad de descanso y renovación en todos los niveles de mi ser, tomé un año de renovación en Sherbrooke.

Después de esta renovación tan beneficiosa, fui a Haití durante dos meses para reemplazar a una Hermana.  Y fue allí donde sentí que el Amor de Cristo parecía invitarme a «volver» a Haití.  Y sentí energía en mí para la misión en Haití.  Las autoridades competentes y otras hermanas de Haití también habían determinado las necesidades de personal para la formación.

Vivo en Haití en Puerto Príncipe desde octubre de 2018; soy responsable de la etapa en la que 11 Hermanas de la Provincia están en votos temporales:  8 hermanas profesas haitianas y una egipcia viven en Haití; una hermana profesa camerunesa y una egipcia viven en Montreal.

La pandemia, con la segunda ola de la pandemia ahora, continúa dándome lecciones sobre cómo vivir «de manera diferente» y confiar en la Providencia.  En mi espacio de vacaciones en Montreal, incluyendo mi «cuarentena», me doy cuenta aún más que la certeza de saber que soy amada por el Señor, quien está siempre allí incluso cuando no LO siento, alimenta mi ser más profundo y me da vida para la Misión que se me ha confiado.

Las incertidumbres que nos rodean a menudo interrumpen nuestros planes, lo que nos hace pasar del plan A al plan B, del plan B al plan C, etc… Aprendo a vivir menos en el nivel de la razón y el control, y a entrar, con la gracia del Señor, en mi corazón donde siento el llamado a abandonarme y a dejarme liberar y transformar por Él.  Al actuar en mí su amor me ayuda a verme y aceptarme a mí misma con mis debilidades y mis fortalezas y, a mi vez, a ver a las personas y los acontecimientos con esa mirada de confianza, ternura y misericordia de Jesús.

Creo que el Amor de Cristo permite que lo mejor florezca en las profundidades de nuestro ser, lo que nos «urge» a dar lo mejor de nosotros mismos, dondequiera que estemos, en nuestras diversas actividades o en la enfermedad o en cualquier otra situación incómoda.  Para mí, así es como se concreta la Misión de Cristo, especialmente para la gente de la Familia Providencia, a través de la compasión y la confianza en la Providencia.

Providencia de Dios

¡Muchas gracias te doy!

Diane, s.p.