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Las Hermanas de la Providencia vivimos nuestra misión de manera novedosa durante la pandemia

Texto publicado inicialmente en el sitio web Global Sisters Report el 16 de marzo de 2021, escrito por la Hermana Karin Dufault, sp. Superiora general de las Hermanas de la Providencia.

Como Hermanas de la Providencia, nos vemos desafiadas durante la pandemia a vivir nuestra misión como congregación internacional, intercultural, intergeneracional e interdependiente de maneras nuevas e inesperadas. Nuestra misión, «proclamar la Providencia como la presencia amorosa de Dios, activa en nosotras y a través de nosotras, vigilante sobre el universo creado y atenta a las necesidades de todos», nos puso a prueba y nos guio especialmente durante los largos períodos de confinamiento. La segunda parte de nuestra misión, tan relevante para el sufrimiento de hoy, es «proclamar la compasión de Nuestra Madre de Dolores, en su íntima participación en la vida, muerte y resurrección de Jesús».

Normalmente, la mayoría de nuestras hermanas serían las primeras en responder, como lo hizo nuestra fundadora, la Beata Emilia Gamelin, durante las epidemias de tifus y cólera de Montreal a mediados del siglo XIX. Con esta pandemia, aunque muchos de nuestros miembros más jóvenes asisten directamente a las personas necesitadas en colaboración con otros, la mayoría de nuestras hermanas se encuentran en la categoría de edad cuya permanencia en casa es la exigencia de las autoridades sanitarias.

Muchas hermanas tuvieron que permanecer en sus habitaciones durante meses porque la COVID-19 entró en algunas de nuestras residencias. Convertir el aislamiento en una soledad contemplativa solidaria con la humanidad que sufre se convirtió en una dimensión del ministerio. Desde nuestra vulnerabilidad, recibimos agradecidas la ayuda de la salud pública canadiense y de la Cruz Roja en nuestro esfuerzo por controlar la propagación entre nuestras hermanas y colegas. Seguimos preocupadas por la salud espiritual, física y cognitiva de nuestras hermanas, especialmente de aquellas que son mayores y frágiles, confinadas en sus habitaciones y cuya rutina ordinaria se ha visto tan alterada. El cuidado holístico durante y después de la pandemia requiere habilidades especiales.

La pandemia agudiza nuestra comprensión de la interconexión e interdependencia con nuestras hermanas y hermanos de todo el mundo. Nuestra compasión y nuestras oraciones se extienden más allá de las fronteras de nuestra propia congregación. Gracias a las maravillas del Zoom y otras tecnologías, hemos aprendido a conectarnos y formar nuevas relaciones interculturales. Escuchamos atentamente el sufrimiento de los demás causado por la pandemia y somos testigos de cómo la Providencia se manifiesta en los innumerables y generosos actos de entrega de los equipos de emergencia, los proveedores de asistencia médicas, todos los trabajadores esenciales, los voluntarios y tantos otros héroes, incluidos aquellos que están muy cerca de nosotros.

Las Hermanas utilizan su tiempo y energía de diversas maneras para ejercer su ministerio con el prójimo, como la confección de mascarillas, llamadas telefónicas, lectura para los discapacitados visuales, el envío de cartas y tarjetas a las personas enfermas y solas, la confección y el porte de pancartas al exterior, así como el canto para las personas en aislamiento y la oración por las personas más afectadas por la pandemia. Con todos aquellos cuyos seres queridos han muerto a causa de la COVID-19, lloramos la muerte de nuestras hermanas fallecidas a causa del COVID-19 y de otras enfermedades durante este tiempo.

Sin pretender negar lo difícil que ha sido este período para todas nosotras -especialmente al estar limitadas en nuestras prácticas espirituales comunitarias habituales, nuestros ministerios ordinarios y actividades de voluntariado, nuestra capacidad de estar al lado de nuestras hermanas en sus últimos momentos de vida y nuestra participación en persona en eventos especiales y otros innumerables sacrificios- a pesar de todo esto nuestra confianza en la amorosa Providencia de Dios se ha visto fortalecida.

La hospitalidad ha sido uno de nuestros ministerios afectados por los cierres necesarios de nuestras instalaciones y residencias. Aquí, en nuestro Centro Internacional Providencia de Montreal, donde se encuentra la Administración General, no podemos recibir a nuestras hermanas ni a las de otras comunidades religiosas para reuniones, retiros, conferencias y capítulos, como ha sido siempre nuestra práctica y nuestra alegría. Nuestro museo siempre ha sido un lugar de acogida donde el público y muchos estudiantes han podido visitar y conocer la historia de nuestra congregación y su influencia no sólo en Quebec sino en muchas otras partes del mundo. El museo está cerrado a los visitantes en este momento.

Cada año recibimos a mujeres y hombres de los ministerios Providencia de Canadá, Estados Unidos y Chile para que hagan peregrinajes y comprendan la historia de la fundación, y ahora nuestras fronteras están cerradas a este tipo de viajes. Durante muchos años, una de nuestras residencias en Montreal ha brindado hospitalidad y compasión a familiares de fuera de la ciudad cuyos seres queridos estaban en el hospital vecino. Este ministerio también se suspende necesariamente durante este periodo de confinamiento, aunque las oraciones y los pensamientos continúan para todos los familiares que acompañan a los pacientes hospitalizados. La hospitalidad permanece en el corazón de las hermanas y crece mientras esperan con ansias el día de abrir las puertas nuevamente.

Durante la pandemia, añoramos intensamente las oportunidades de traer a nuestras hermanas a reuniones internacionales y también que nuestro Equipo de Liderazgo General pueda viajar dentro de Canadá y a otros países para visitas canónicas, capítulos provinciales, funerales, jubileos y profesiones. Al igual que otras congregaciones, al principio pospusimos muchas actividades pensando que la pandemia pronto estaría controlada. Sin embargo, no fue así.

Rápidamente abrazamos los avances de la tecnología de la información y la utilizamos ampliamente, haciendo posible reunir a toda nuestra congregación utilizando la traducción simultánea en nuestros tres idiomas, francés, inglés y español, con intérpretes que trabajan desde casa. El Zoom nos ha permitido vivir la unidad de formas inimaginables antes de la pandemia. Desde el inicio de la pandemia, empezamos a transmitir en directo la profesión de votos de las hermanas y todos los funerales de nuestras hermanas en Santiago de Chile; Seattle y Spokane, en el estado de Washington; y Edmonton, Alberta y Montreal, en Canadá. Los familiares y amigos lo agradecen, sobre todo porque el número de personas que pueden estar en el funeral está restringido por las autoridades sanitarias de Quebec y de otros lugares. Solo se pueden recibir 25 personas. Nos inspira ver lo abiertas que han estado nuestras hermanas para aprender a utilizar las nuevas tecnologías una vez que se dieron cuenta de su potencial para mejorar nuestras relaciones. Las hermanas se ayudan mutuamente a conectarse, individualmente o en grupo.

Las reuniones diarias de Zoom, de cualquier tipo, son a la vez un reto y una bendición; a menudo nos sentimos cansadas de Zoom pero estamos agradecidas por lo que la tecnología nos ha proporcionado. La tecnología amplía nuestro mundo y nuestra visión del mundo, ya que participamos en numerosas oportunidades propuestas por la Unión Internacional de Superioras Generales y compartimos nuestras experiencias de vida en la pandemia. A través de Zoom y con interpretación, hemos escuchado a varios cientos de superiores mayores y equipos de liderazgo de todo el mundo con quienes hemos dialogado y discernido sobre temas como la ecología integral, la interculturalidad, la trata de personas, la paz y la justicia.

Esta red de hermandad ha sido una fuente de fuerza y unidad, ya que hemos compartido los sufrimientos y las alegrías de nuestros pueblos y de nuestra tierra. Dentro de los países en los que servimos, la Leadership Conference of Women Religious (Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas) y la Conferencia Religiosa Canadiense han ofrecido estas oportunidades a través de Zoom y webinarios que nos han enriquecido y también han constituido llamados a la acción.

Aunque echamos de menos la oportunidad de celebrar la liturgia en nuestra propia capilla, aprovechamos la misa diaria por televisión en nuestro idioma preferido y nos unimos a muchos otros, que participan desde tantas partes del mundo, y a sus necesidades.

Las lecciones que hemos aprendido de nuestras experiencias durante la COVID-19 y de las de otros son muchas. Sobre todo, hemos aprendido que la creatividad y el diálogo son compañeros de los corazones que desean responder concretamente a las invitaciones del amor y la solidaridad. En segundo lugar, nuestra capacidad de compasión crece a medida que nos unimos y entramos en el sufrimiento de los demás (en persona o virtualmente). Nuestro amoroso Dios-Providencia nos acompaña y nos da esperanza en el proceso. Rezamos por un espíritu de discernimiento para reconocer a quién y con quién nos llama Dios a realizar nuestro ministerio, una vez que se levanten las restricciones impuestas por la COVID-19.

Karin Dufault, sp.