FR EN
Regresar a la lista

Activa en amor como Hermana de la Providencia

Por hermana Danielle Charron, sp.

En julio, la Congregación discernirá nuestras orientaciones generales para los próximos cinco años, durante el Capítulo General 2017. Este es un momento favorable para hacer balance de mi compromiso de cinco años juzgándolo a partir del artículo 10 de nuestras Constituciones: «La vida apostólica nos compromete a unas con otras, pero también con el pueblo de Dios, principalmente con los pobres. Atentas a la voz del Espíritu, buscamos entonces constantemente el mejor medio de encarnar la Providencia de Dios en nuestra vida. »

En julio de 2012, acababa de trasladarme a un apartamento del Centro de Alojamiento y Cuidado de Larga Duración Providence Saint-Joseph. El Centro alberga a ochenta personas adultas mayores y a otras veinte personas que viven en apartamentos, es en  este entorno donde tengo que encarnar la Providencia de Dios. Trabajo para mantener activo el servicio pastoral diariamente. Durante los tiempos más destacados del año, es decir el Adviento, la Navidad, el Cuaresma y el tiempo pascual, organizo todo lo necesario para que las personas residentes puedan vivir el proceso propuesto por la diócesis.

No puedo hablar de mi ministerio sin mencionar el ministerio de la comunión a las personas enfermas. Mi servicio consiste en formar voluntarios para este ministerio y asegurarme de que se lo ofrezca a los residentes que desean recibir la comunión y que no pueden desplazarse para ir a celebrar en la capilla. A través de mi compromiso, puedo decir que vivo intensamente el lema de la Congregación, «la Caridad de Cristo nos urge». Esta nos lleva a ir a quienes son pobres con un corazón receptivo que nos permite dejarnos evangelizar por ellos cuando les anunciamos la Buena Nueva.

En un centro de alojamiento y cuidado de larga duración, también hay lugar para hacerme presencia de amor y compasión de Dios Providencia, especialmente cuando acompaño a residentes en cuidados paliativos. Escucho a los familiares y a los empleados del centro. Es importante acogerlos y acompañarlos en el sufrimiento del duelo que tienen que pasar. Si los familiares o el residente lo desean, pido a un sacerdote y participo con ellos en la celebración del sacramento de los enfermos.

Otro aspecto de mi ministerio en Providence Saint-Joseph que me hace vivir el Carisma y la Misión de la Congregación es hacerme presente y compasiva con mi padre que es uno de los residentes del centro. Cumplirá 99 años el 2 de agosto próximo. Esto requiere disponibilidad tanto para acompañarlo en el duelo de las pérdidas de autonomía y de las pérdidas cognitivas que vive en esta etapa de su vida. Exige disponibilidad y compasión para acompañarlo y tranquilizarlo durante sus citas médicas.  Por lo que a mí respecta, lo considero como una justa compensación de lo que él ha hecho para mí. Yo diría también que actualizo en mi propia experiencia el quinto mandamiento de Dios que dice: «Honra a tu padre y a tu madre.» Es realmente una bendición para mí tener la oportunidad de vivir estos momentos con mi padre. Me siento privilegiada de poder ser lo que soy y quien soy a su lado. Creo profundamente ser la persona por la que Cristo quiere demostrarle su Amor de predilección.

Por otra parte, el Ministerio de la Salud y de los Servicios Sociales requiere que se constituya un Comité de usurarios, un Comité de gestión de riesgos y un Comité de medio de vida en cada centro de alojamiento y cuidado de larga duración. Por mi presencia en estos tres comités, puedo dar testimonio que me convierto en portavoz para la defensa de los derechos de los residentes y el rol que debo ejercer intensifica mi forma de ser la voz de los sin voz.

También tengo un ministerio pastoral en la parroquia Sacré-Cœur de Montreal. Soy miembro del equipo de servicio de la escuela de evangelización Saint-André, catequista de un grupo de adolescentes que tienen entre 13 y 16 años y responsable de la pastoral del bautismo. Ahí vivo plenamente mi ministerio como Hermana de la Providencia.