Casada con Jean-Baptiste Gamelin en 1823, Émilie Gamelin sufre la pérdida de sus primeros dos hijos de pocos meses; luego su esposo fallece el 1o de octubre de 1827. Emilia encuentra entonces consuelo en la oración y las acciones caritativas. La muerte de su último hijo en 1828 añade a su dolor. Infinitamente triste, Emilia acepta este nuevo duelo en la fe y confía su dolor a su director espiritual. Este sacerdote le ofrece una imagen de María al pie de la Cruz de su Hijo Jesús. La invita a rezar y reflexionar. Emilia afirmará luego: «Encontré consuelo en la oración y la contemplación de los dolores de María.»
En el curso de su proceso personal, Emilia Gamelin comenzó por orar a la Virgen que vio sufrir a su Hijo. Comprendió que orar a Nuestra Señora de los Dolores era y siempre será un medio de llevarnos hacia Jesús, al aceptar nuestro propio sufrimiento. Emilia supo resistir a la tentación de autocompadecerse; eligió unir sus dolores a los de Jesús y su olvido de sí misma le permitió volverse hacia los demás, sosteniéndose en su devoción a nuestra Señora de los Dolores en donde encontraba la fuerza para para aliviar toda miseria humana. Es desde ahí que el Carisma de las Hermanas de la Providencia tiene su origen: siendo «la manifestación de los misterios de Dios Providente y de Nuestra Señora de los dolores en la caridad compasiva y en la solidaridad creativa y profética con los pobres.»