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El camino hacia los votos perpetuos: un mensaje de esperanza

Después de caminar diez años con nuestra comunidad Providencia, me siento feliz por dar el sí definitivo a Dios para vivir mis votos a Él, siguiendo nuestro Carisma y nuestra Misión, de acuerdo con nuestras constituciones. Para mí, se trata de un compromiso de por vida con nuestra comunidad por el bien de la Misión, y de un «estar para siempre» con mi Dios. Como miembro de pleno derecho de nuestra comunidad y como religiosa de la Iglesia, deseo servir a Dios a través de las personas pobres, vulnerables y sin voz. Al seguir su ejemplo, mediante la oración y el discernimiento personal y comunitario, aprendo cómo los dones que Dios me ha concedido se pueden emplear de la mejor manera para el bien de nuestra Misión Providencia.

Mi ministerio consiste en la presencia y escucha compasivas de quienes llegan a la casa parroquial en la Sacred Heart Parish, iglesia de las personas de las Primeras Naciones ubicada en el centro de la ciudad de Edmonton. Allí, junto con otras personas voluntarias, sirvo a quienes llegan a nuestra puerta en busca de comida, ropa, oración, o con la necesidad de compartir su carga, y al mismo tiempo aprendo de ellas. En eso consiste la obra de nuestro Carisma y nuestra Misión.

Nuestro Carisma y nuestra Misión, tal como fueron transmitidos por Madre Emilia, me llevaron a consagrarme al Señor en nuestra comunidad de la Congregación de las Hermanas de la Providencia. Me sentí interpelada por Emilia como una madre que experimentó pérdidas, y por su profundo deseo de servir a las personas pobres y vulnerables de Dios. Me interpeló además su confianza en la Providencia y mi deseo fue crecer en esa confianza. También me identifiqué con Nuestra Señora de los Dolores y con la gran necesidad que tiene nuestro mundo hoy de esa presencia enriquecedora y compasiva. Al leer las Notas de retiro de Emilia, constaté su realidad, su profunda fe, su humildad y su lucha humana en la vida comunitaria. Fue muy fácil para mí sentir esa conexión y verme reflejada en ella.

Durante los quince meses que pasé visitando y observando la comunidad, discernía también con una directora espiritual y caminaba junto a una miembro de la comunidad, y siempre escuché a nuestras hermanas mayores que servían a las personas pobres, ya fuese en el norte en condiciones difíciles, o bien en misión en distintos países. Al escucharlas, lo que contaban resonaba dentro de mí; comprobé el don de la hospitalidad que habían recibido y supe que aquella era la comunidad en la que Dios me estaba llamando a vivir mis votos religiosos, sirviendo a las personas pobres. Al encontrar el lugar que me había sido destinado, tuve paz y alegría en mi corazón.

Mi mensaje de esperanza para nuestra comunidad Providencia es que tenemos el Carisma y la Misión que tanto se necesitan en nuestro mundo actual. Todavía hay mujeres jóvenes que se unen a nuestra comunidad aquí en Canadá y en otros países. En nuestro Caminar hacia la unidad como Congregación, más hermanas podrán llevar nuestro Carisma y nuestra Misión al mundo, dando esperanza al pueblo de Dios sin importar las circunstancias. Durante el verano pasado, en nuestro Capítulo General, constaté la alegría, el amor y la fuerza de nuestra unidad para la Misión, así como nuestra hermosa y amorosa interacción como comunidad internacional. Una gran esperanza nos habita individual y colectivamente y nuestro Dios Providencia está con nosotras. Siento como si estuviéramos en vísperas del Adviento y la Navidad, y que algo hermoso estuviera sucediendo, como Jesús en el vientre de María. Nuestro Dios Providencia está dando a luz algo nuevo en nuestra comunidad Providencia y, a través de su gracia, nos invita a crearlo junto con Él. Esto me llena de alegría. ¡Providencia de Dios, gracias te doy por todo!

Hermana Mary Phillips, sp.

19 de diciembre de 2022