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El camino hacia Pascua

«¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?» Esta es la pregunta de las mujeres, que es también nuestra pregunta hoy cuando miramos el mundo, nuestra sociedad. Nosotras, quienes estamos en Haití, viendo la situación de nuestro país, de nuestro pueblo, nos preguntamos quién quitará esta piedra porque es muy grande y pesada. Esta piedra de inseguridad, de desempleo, de injusticia y de incertidumbre. Podemos autocuestionarnos preguntándonos ¿qué piedra vale la pena quitar para liberar la vida que llevamos dentro?

Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé, compraron aromas para embalsamar el cuerpo. Y muy temprano, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, apenas salido el sol. Se decían unas a otras: «¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?» Pero cuando miraron, vieron que la piedra había sido retirada a un lado, a pesar de ser una piedra muy grande. Al entrar en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido enteramente de blanco, y se asustaron. Pero él les dijo: «No se asusten. Si ustedes buscan a Jesús Nazareno, el crucificado, no está aquí, ha resucitado; pero éste es el lugar donde lo pusieron. Ahora vayan a decir a los discípulos, y en especial a Pedro, que él se les adelanta camino de Galilea. Allí lo verán tal como él les dijo.»  Marcos 16, 1-7

¡No se asusten!

«¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?» Esta es la pregunta de las mujeres, que es también nuestra pregunta hoy cuando miramos el mundo, nuestra sociedad. Nosotras, quienes estamos en Haití, viendo la situación de nuestro país, de nuestro pueblo, nos preguntamos quién quitará esta piedra porque es muy grande y pesada. Esta piedra de inseguridad, de desempleo, de injusticia y de incertidumbre. Podemos autocuestionarnos preguntándonos ¿qué piedra vale la pena quitar para liberar la vida que llevamos dentro?

Cuando las mujeres entraron en el sepulcro, no encontraron el cuerpo de Jesús, su Salvador. Estaban asustadas, pero en lugar del cuerpo ausente de Jesús, encontraron una palabra, una palabra de esperanza que es una buena noticia para ellas. Escuchemos esta palabra que resuena en nuestros corazones.

«No se asusten», dijo el joven vestido enteramente de blanco. Veamos qué significa esta palabra para nosotros hoy. Es paradójico. En un mundo donde la violencia tiene más espacio que la paz, el odio domina sobre el amor, la división reina sobre la unión, el Evangelio de hoy viene a decirnos que no tengamos miedo. ¿Cómo podemos vivir en paz y tranquilidad cuando, ante nuestros ojos, nuestros compatriotas son maltratados, nuestros hermanos y hermanas son decapitados sin ninguna consideración, cuando sabemos que los seres humanos son utilizados como objetos sin valor en nuestro país y en muchos otros países del mundo? A pesar de todos estos sufrimientos, estamos invitadas a dejarnos inundar por la paz del Señor. Que esta paz entre en nuestros corazones.

«Buscan a Jesús Nazareno», como las mujeres del Evangelio, busquemos lo esencial, dirijamos a nuestros jóvenes a lo esencial, lo esencial es Cristo, Él está dentro de nosotros como dice san Agustín. «No está aquí», el Evangelio nos invita a dejar de buscar a Jesús donde no está. No lo busquemos en otra parte. Él está en las personas perseguidas por su fe, en las personas utilizadas para el tráfico de órganos, en quienes no pueden expresar su punto de vista y, finalmente, en aquellos al margen de nuestras respectivas sociedades.

Cristo Resucitado viene a traernos la paz en medio de todas estas guerras, viene a traernos el amor en este mundo donde predominan el odio, la competencia y la lucha por el poder. Viene a traernos esperanza cuando creemos que no hay salida. Que la esperanza de la Pascua de este año nos inunde para que podamos consolar a los que nos rodean. ¡Felices Pascuas!

Hermana Eugena Nogaüs, sp.