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El destino particular de Moïse Loiselle y las Hermanas de la Providencia

Moïse Loiselle nació en 1819 en SaintMarc-sur-Richelieu, en la ribera sur de Montreal. ¿Por qué este hombre sencillo, nacido hace más de 200 años, puede despertar el interés de las hermanas y de la gran Familia Providencia? Ahora podrán saber que Moïse conoció tanto a Madre Gamelin como a Madre Bernarda Morin y a Madre Joseph del Sagrado Corazón. En la historia, muy pocas personas podrían vanagloriarse de haber colaborado con tantas fundadoras y pioneras de la Providencia.

En  diversas fuentes de información se menciona que Moïse Loiselle (Loisel), durante varios años, fue un servidor de la Comunidad en Montreal. En alguna parte se dice que colaboró en el Hospice Saint-Joseph de Montreal, establecimiento para sacerdotes mayores y enfermos fundado por Madre Gamelin en dicha ciudad, en el año de 18441. En otra parte se dice que prestaba su servicio en LonguePointe2, lugar en el que las hermanas tenían una escuela, y luego, en un tercer documento, se menciona que fue un conductor al servicio de la Comunidad y de su superiora, Madre Gamelin3.

Seguramente, mientras desempeñaba su trabajo de servidor, Moïse se cruzó con monseñor Augustin Magloire Blanchet4, obispo de Nesqually, en el año de 1856, cuando este se encontraba de visita en Montreal. En aquella ocasión, el prelado estuvo en el Hospice Saint-Joseph para recuperar su estado de salud, y su encuentro cambió para siempre la vida de Moïse.

En ese entonces, resultaba difícil para las misioneras que se alistaban a partir hacia el «salvaje oeste» encontrar servidores y, tal como puede leerse en las crónicas, Moïse demostraba «una fidelidad irreprochable» y guardaba gran aprecio por las hermanas. Cuando monseñor Blanchet insistió para poder contar en su diócesis con algunas Hermanas de la Providencia, el buen Moïse dejó de prestar su servicio a Madre Gamelin para sumarse al pequeño grupo que, guiado por hermana Joseph del Sagrado Corazón, se encaminó hacia las lejanas tierras de Fort Vancouver5.

La partida de Montreal tuvo lugar el 3 de noviembre de 1856. El viaje no fue sencillo, y menos aún para el servidor, quien, buscando Marie-Claude Béland, M.S.I., archivista, marzo de 2024 La familia Loiselle 14 complacer a las novicias Blandine des SaintsAnges y Marie du Précieux-Sang, se vio en apuros. El grupo hizo una escala en San Francisco y el 5 de diciembre, día de la salida hacia Oregón, las dos jóvenes manifestaron su deseo de probar las palomitas de maíz y los dulces que vendían en el lugar. Entonces, para complacerlas, el bondadoso Moïse no dudó un instante y salió a buscar los mejores productos, pero habiéndose alejado mucho, perdió el barco de vapor que llevaría al grupo a Fort Vancouver, su destino final.

Angustiado, el servidor acudió al padre King, un amigo de las hermanas y de monseñor Blanchet que vivía en San Francisco, quien consiguió alojarlo en casa de un panadero que conocía, mientras esperaba el siguiente barco. Entretanto, a bordo del barco de vapor, las hermanas se encontraban llenas de inquietud por su amigo extraviado, en particular las golosas novicias que mantuvieron en silencio su implicación en esta aventura. Fue el padre King quien reveló el final de la historia en una carta dirigida a Madre Joseph y que ella recibiera dos semanas antes de que el principal interesado se encontrara de nuevo con sus queridas religiosas. Fue así como poco antes de la Navidad de 1856 Moïse llegó a Fort Vancouver, lugar en el que durante dos años tuvo el placer de preparar un buen pan a las religiosas de Providence des Saints-Anges6.

Durante un viaje a California, en el otoño de 1858, Moïse tuvo un encuentro con Jean Campagna7, un compatriota canadofrancés, antiguo servidor de monseñor Ignacio Bourget, durante el cual tuvieron un altercado del que se desconoce la causa, por cuanto no se menciona en ninguno de los documentos de los archivos. Sin embargo, debió ser tan importante, que Moïse se sintió impulsado a emprender camino hacia Chile, dejando así el puesto que desempeñaba al lado de Madre Joseph.

El bondadoso panadero lamentó mucho su precipitada partida, tal como se lo expresó claramente a Madre Joseph en la carta de fecha 23 de enero de 1859 que le escribiera estando ya en Valparaíso, Chile:

« […] mi cuerpo es objeto de una gran hospitalidad compasiva en una tierra que no me es completamente extranjera, puesto que en ella están presentes las Hermanas de la Providencia. […]. No paso un solo día sin llorar cuando pienso en la locura que cometí de haberos dejado. Sí, enormes lágrimas brotan de mis ojos cuando pienso en vosotras, buenas hermanas, y en el arduo trabajo que tenéis, pero en fin, estaría dispuesto a regresar si vosotras llegaseis a solicitármelo. […] Mucho gusto me daría si me escribieseis una palabra en cuanto recibáis esta carta. […] Si hubiese seguido vuestros sabios consejos, María, aún estaría con vosotras y sería muy grato para mí poder ayudaros. Sin embargo, espero que no transcurra mucho tiempo antes de que pueda regresar y, entretanto, os deseo mucho valor para que os consagréis a los pobres como siempre lo habéis hecho; por mi parte, permanezco unido a todas vosotras a través de la oración».

A partir de 1859, Moïse empezó a trabajar con las hermanas de Valparaíso. Conoció bien a Madre Bernarda, la superiora de la Comunidad de Chile, y a las otras hermanas canadienses que se establecieron en ese país. Fue en ese entorno que la Providencia lo llevó a encontrar el amor en Carmen, una joven viuda chilena con un hijo, quien, al igual que él, prestaba su servicio a la Comunidad. Basta con leer la carta que escribiera hermana María del Sagrado Corazón a las hermanas de Oregón (27 de febrero de 1860) para entender el gran aprecio que las hermanas guardaban por ellos:

«Olvidaba mencionaros que Moïse ha contraído matrimonio. Por fin encontró una compañera. Tal como lo decía siempre, se queda en Valparaíso con nuestras hermanas, es decir, él trabaja acá, al igual de su esposa. Hermana Térèse (Teresa) los instaló en una casita localizada en el terreno propiedad de las hermanas y les proporcionó un pequeño menaje. Él parece contento. Bendito sea Dios».

Menos de un año después, la cigüeña visitó a la pareja Loiselle y Eduardo llegó a la familia. Alojada en el jardín de las hermanas, la familia recibió otros tres hijos: Joseph (José), Maria Theresa (María Teresa) y Maria Rosa (María Rosa).

Según el libro «El Instituto de la Providencia» (vol. 3), Madre Bernarda habría informado a las hermanas de Montreal que Moïse falleció hacia 1880. En cuanto a su hijo mayor, Eduardo, contrajo matrimonio en Chile y tuvo siete hijos, entre los cuales se contaba Humberto, nacido en 1904, quien, además de ser bombero voluntario en un barrio de Santiago de Chile, en el que residían de expatriados franceses, fue directivo de una compañía aérea americana. Pese a las raíces francocanadienses de su padre, Humberto nunca vino a Canadá. Sin embargo, su hija Aurora se estableció en la provincia de Ontario, en Canadá, y rastreó las huellas de su bisabuelo reconstruyendo su árbol genealógico. Gracias a ella pude investigar más profundamente la historia de Moïse, y ahora conocemos su apasionante vida.

La historia no se construye solamente a partir de grandes eventos o grandes personajes, sino también a partir de la vida de la gente común. Sin embargo, no podemos decir que la vida de Moïse Loiselle fue normal y ordinaria puesto que, sin lugar a dudas, fue construida a partir de momentos extraordinarios vividos en las rutas de América, del este al oeste, y luego de norte a sur. Conocer primero a Madre Gamelin, luego a Madre Joseph y por último a Madre Bernarda, fue algo que vivió Moïse Loiselle porque ciertamente en su camino siempre lo acompañó la Providencia.

Marie-Claude Béland

Fuentes :
 Chroniques de Providence des Saints-Anges (Providence Academy), Vancouver, Wash.
 McCrosson, Mary of the Blessed Sacrament, SP. The Bell and the River, p. 88.
Robillard, Denise. Emilie Tavernier-Gamelin, p. 298.