Espiritualidad Providencia
Evangelio - diciembre de 2025 según san Lucas 2, 1-14 -
Pero el ángel les dijo: «No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor.
Reflexión Providencia – diciembre de 2025 –
Reflexión:
La Navidad está relacionada con la familia y algunos vecinos especiales. Usualmente no pensamos en la familia ni en los vecinos hasta que nos reunimos juntos para celebrar las fiestas, o bien, cuando alguna persona acaba de mudarse a la casa de al lado.
La noche de navidad, alguien se ha mudado al vecindario. De hecho, no se trata de cualquier vecino, sino de un nuevo miembro de la familia: ese miembro es Dios. ¡No se trata de una locura! ¡Dios quiere estar contigo!
El propósito de la Navidad es que Dios se convierta en uno más entre nosotros, seres humanos. Aquí y ahora, viene a darnos su mensaje de amor y salvación. Dios desciende desde el cielo para instalarse aquí contigo: Él conoce tus alegrías, tus dolores y sufrimento… ¡Incluso sabe tu nombre! Y te ama.
Esto se expresa en la Natividad. El difunto papa Francisco escribió sobre la importancia de la Natividad. Es el Evangelio que cobra vida y nos invita a ver a Dios como nuestro prójimo. El amor de Dios es tan grande que él mismo encarnó como un ser humano para que tú pudieras reunirte con él, como parte de su familia.
La Natividad nos habla del tierno amor de Dios. El Padre nos regala un hermano, Jesús, quien viene a nuestro encuentro donde quiera que estemos, sea que estemos confundidos o perdidos, heridos o llenos de sufrimiento; viene hasta nosotros en medio de nuestra alegría y nuestras celebraciones; ha venido a liberarnos.
Reflexionemos ahora sobre algunos personajes de la Natividad para penetrar dentro del misterio de la Navidad.
Los pastores fueron los primeros en responder al llamado de liberación de Dios, para ir y contemplar el don de la salvación. Humildes y pobres, ellos fueron los primeros en acoger al Señor de Vida. La salvación fue arropada en un pesebre junto a los pobres que tenían todo el derecho de acercarse al Niño Jesús. Nadie pudo prohibirles la entrada ni echar del lugar a quienes fueron los primeros en reconocer a Dios entre nosotros, Emanuel.
Después nos encontramos con María y José. María es una madre en contemplación de su hijo. Dios llamó a la puerta de su inmaculado corazón para convertirse en Madre de Dios, mediante el mensaje de un ángel, a lo cual, ella respondió con un «sí». A contrasentido del temor o el retraimiento, su respuesta afirmativa nos muestra cómo debemos entregarnos a los sueños y a la voluntad de Dios. Al responder “sí”, María se convirtió en la Madre de Dios. Sin embargo, en vez de guardar a su hijo para sí misma, invitó a todas las personas a contemplarlo y conocerlo. ¡Y te invita ahora a ti para que lo conozcas!
Al lado de María, protegiéndola a ella y a su hijo, se halla José: el protector que no descansa. José fue además el primer maestro de Jesús. José atesoraba en su corazón el gran misterio de cómo Dios se convirtió en nuestro prójimo, en nuestra familia. Al abandonarse a la voluntad divina, permitió que Dios transformara sus sueños en algo mucho más grande de lo que jamás hubiera podido imaginar.
Y finalmente, encontramos al niño Jesús. Dios aparece como un recién nacido, un niño que te da los brazos. Es esta el mejor ejemplo de amor que jamás haya existido: el niño Dios, sonriendo, indefenso, extendiendo sus brazos hacia el mundo entero.
Los caminos de Dios no son los nuestros. Dios viene a ti, tal y como eres, justo donde estás. Desea que lo conozcas. Te invita a ser parte de su vida para que tu vida sea plena y sepas que eres amado y libre.
JEFFREY M. FLEMING, obispo de la diócesis de Great Falls-Billings, Montana, EU.

